Vale

- Me di cuenta anoche, de madrugada.
- ¿Así? ¿de repente?
- Bueno, de repente... supongo que los hechos son siempre una consecuencia... digamos que ése fue el punto de inflexión.
- Ah, vale.
- ¿Vale?
- Sí, vale... ¿qué esperas que diga?
- No sé... quizá... no sé... pues eso... que tú también te despertaste alguna noche... y seguiste durmiendo... y sabías que todo era cierto...
- Cariño, no entiendo muy bien lo que me estás contando... pero vale, yo también lo que tú dices... ¿eso es todo?
- Eso es todo... o nada...

En tiempos de crisis

La señora Smithson, de Londres (estas historias siempre ocurren entre ingleses), resolvió matar a su marido. No por nada, sino porque estaba harta de él después de cincuenta años de matrimonio. Se lo dijo:

- Thaddeus, voy a matarte. 
- Bromeas, Euphemia -se rió el infeliz. 
- ¿Cuándo he bromeado yo? 
- Nunca, es verdad. 
- ¿Por qué habría de bromear ahora y justamente en un asunto tan serio? 
- ¿Y cómo me matarás? -siguió riendo Thaddeus Smithson. 
- Todavía no lo sé. Quizá poniéndote todos los días una pequeña dosis de arsénico en la comida. Quizás aflojando una pieza en el motor del automóvil. O te haré rodar por la escalera. Aprovecharé cuando estés dormido para aplastarte el cráneo con un candelabro de plata. Conectaré a la bañera un cable de electricidad... ya veremos. 

El señor Smithson comprendió que su mujer no bromeaba. Perdió el sueño y el apetito. Enfermó del corazón, del sistema nervioso y de la cabeza. Seis meses después, falleció. Euphemia Smithson, que era una mujer piadosa, le agradeció a Dios haberla librado de ser una asesina.

 Cuento de Horror
Marco Denev

Si son tan amables...

Alegres, fríos, acompañados, secos, azules, tristes, grises, cálidos, solitarios, oscuros, luminosos, mojados… Para reír, para descansar, para retener, para llorar, para dejar pasar, para olvidar, para recordar… De uno en uno, de siete en siete, de treinta en treinta… Días. Dénmelos. Los quiero todos.