De par en par (VI)

Después de su marcha, el tiempo comenzó a correr de una forma descontrolada y los acontecimientos pasaban de puntillas por la casa. Una huella en la arena que apenas dura lo que tarda en llegar la siguiente ola. T se fue a estudiar a Londres. Y volvió estúpidamente casada con un senegalés revolucionario, escritor de culto y fundador de un nuevo concepto filosófico. Material-renacimiento lo llamaba él. Algo así como una fusión entre Lutero y Marx, con influencias de las corrientes indigenistas de América Latina. Resultaba bastante gracioso escucharle hablar, con su amalgama de acentos, de la resurrección de la raza humana a partir de las cenizas de los opresores de la realidad existencial. T miraba embobada, sonreía, y limpiaba cada cinco minutos la caspa que cubría los hombros de su chico. Siempre sospeché que, más que de su cuero cabelludo, provenía de algún oscuro rincón de aquel cerebro en barbecho. Cuatro años y dos hijos más tarde, H colocó al yerno de conserje en su empresa y convenció a Z para que les concediera una estupenda hipoteca, camarada inseparable durante el resto de sus vidas.
H tuvo varias compañeras, nada serio. B, S, L … no recuerdo el reflejo de ninguna de ellas. Bueno, de L conservo la imagen de su ropa interior sobre una silla de la habitación. Hasta que la vi acoplársela, pensé que era una especie de funda para mi vieja amiga Lavis, entrañable televisión.
J, pues bueno, como siempre. Sin dueño. Entrando, saliendo, un día aquí, otro allá. Sus fugaces apariciones son las que me animan a seguir proyectando la luz todos los días.
CONTINUARÁ... 

De par en par (V)

Ocho años más tarde llegó J. Sin avisar. Sin permiso. Como una apisonadora. Le arrebató su espacio a T y nos declaró la guerra al resto. Insoportable. Y, sin embargo, yo me encapriché con él. No me pregunten por qué. Desde que sentí su reflejo por primera vez, encontré un nuevo motivo para subir mi persiana por las mañanas.

Fue en esa época cuando M comenzó a visitarme. Todas las tardes, al regresar del trabajo, con la casa todavía en calma. Me regalaba sus silencios y yo le correspondía con las mejores vistas posibles a la calle. Un pacto tácito. No había más que nos pudiéramos ofrecer mutuamente.

No recuerdo una época especialmente convulsa. En realidad, en lugar de elevarse, el tono de las conversaciones fue disminuyendo de forma paulatina. Hasta que las palabras dejaron de fluir. Algunos opinarían que la relación entre M y H era correcta y respetuosa. Yo no lo creo. Qué quieren, para mí, el respeto es algo más que una simple cuestión de volumen.

¿Qué le sucedía a M? ¿Se encontraba en el lugar equivocado o nunca buscó la manera de ser feliz? A veces pasa que pensamos en la vida como una autopista de seis carriles. Y cuando el camino se estrecha, o el trazado se torna sinuoso, nos sentamos en el arcén aguardando a la brigada de ingenieros. No se nos ocurre subirnos a la excavadora. Nos invade el miedo al fracaso. O simplemente pensamos que no es tarea nuestra. Preferimos lamentar el retraso en el comienzo de las obras. Creo que algo de eso le pasó a M. No concebía su viaje por caminos vecinales y, de alguna forma, designó a H como culpable de la elección de una ruta equivocada.

CONTINUARÁ...

De par en par (IV)

Pero les estaba hablando de esta habitación, de su historia que, a fin de cuentas, también ha sido la mía. A los tres años de mi colocación llegó T, la niña, la revolución. Apenas medía medio metro pero ya nada ni nadie cabía en la casa. De la noche a la mañana, la totalidad del espacio fue expropiado y pasó a formar parte de los dominios de T. Así, muchos amigos emprendieron un exilio forzoso hacia diferentes lugares de acogida. Incluso tuve que separarme de Rain Dogs, mi único y gran amor. Más tarde he tenido otras relaciones, varios visillos y algún que otro estor me han mantenido atendida. Pero nadie ha vuelto a mojar mis cristales como durante años lo hizo el querido Downtown Train.

Como podrán suponer, al principio odiaba a T. La declaré culpable de mi desdicha y deseé con todas mis fuerzas que desapareciera, que todo volviera a ser como antes. Así que decidí hacerle la vida imposible. En las noches de invierno me abría de par en par, en las de verano me mostraba hermética, dejaba caer mi persiana mientras ella jugaba, silbaba por mis rendijas cuando dormía… Pero nada de esto consiguió mejorar la situación. Al contrario, acabé por no soportarme a mí misma. En el fondo, aquella niña no había decidido nada, no era responsable de los destierros. Debía darle una oportunidad. Y una noche, antes de acostarse, T se acercó, exhaló su aliento sobre mis cristales y escribió en el vaho: Buenas noches V, te quiero.

CONTINUARÁ...

De par en par (III)

Una mañana de octubre, unos tipos vestidos de azul trajeron a F. La colocaron en esta misma acera, justo enfrente de nosotros. Expectantes, estuvimos todo el día esperando a que abriera la boca. Ni siquiera se dignó a saludar. ¡Niñata estirada! Sin embargo, al caer la noche, F comenzó a brillar. Como una estrella. Como si nada más estuviera ocurriendo en ningún otro lugar del planeta. Nos quedamos todos sin aliento. Éramos conscientes de que, a partir de ese instante, ya nada volvería a ser lo mismo. ¿Qué habíamos estado haciendo antes de conocerla?

Ahora la pobre está achacosa. Dicen que no es eficiente y que resulta un peligro para conductores. A finales año, está previsto que la sustituyan por un cabeza hueca de fibra de vidrio y tecnología eco-sostenible. Promete que serás amable con él, me dice siempre F, seguro que transmite energía positiva. ¡Al infierno! Que no cuente conmigo. ¡Qué sabrá de cómo iluminar una calle! Estos jóvenes engreídos creen tenerlo todo bajo control. Ni idea. Como dice F, hoy en día confundimos alumbrar con ilumina. Y no es lo mismo V, no es lo mismo...

CONTINUARÁ...

De par en par (II)

¿F? ¡Hola F! ¡EEEEEhh! Nada, marmota total. Odio estos días tan largos, me desespero. En invierno, antes de las seis, F ya está encendida. Ahora, entre las horas de sol y el ahorro impuesto, se pasa la mayor parte del tiempo durmiendo. Y yo, sin nadie con quien hablar. Ni siquiera con esta habitación. Lleva callada desde que M se marchó. Todavía me tiemblan las bisagras cuando lo recuerdo. Yo misma sentía cómo su vida se escapaba lentamente, traspasando los cristales. Creo que, de tanto mirar a través mío, no quedó nada de ella dentro de la casa. H no entendía por qué siempre quedaba un plato limpio después de la cena. Un año después se dio cuenta de que M ya no vivía aquí.

Pero las cosas no siempre sucedieron de esa manera. Recuerdo cuando me colocaron. Por entonces, esta habitación era una sala de estar, llena de libros, de discos, ¡hasta una máquina de escribir! Pobre Olivia, ¿dónde andará? Las últimas noticias suyas llegaron desde el trastero; creo que comparte estante con Vinilo, el giradiscos. Bien, como decía, la sala estaba llena de vida. ¡Vaya fiestas! ¡Menudas eran estas paredes!

CONTINUARÁ...

De par en par (I)

¡Vaya día loco! No sé si quedarme quieta, cerrar los párpados o dejar que el sol inunde la habitación. Cosas del cambio climático. El calentamiento global y todo eso. He oído que los polos han comenzado a derretirse, el mar a subir su nivel y… uuffff… ¡me agrieto sólo de pensarlo! En fin, esperemos que las aguas no alcancen esta altura. La pobre del primero. Ésa sí que debe de estar empañada de miedo.
Ahí viene J. ¡Si yo cantara! Menudo golfo. Las veces que le he salvado el pescuezo. Siempre pidiendo cobertura para humaredas clandestinas. V ábrete, V ciérrate, V por aquí, V por allá. Y yo haciéndole caso. Lo reconozco, este crío es mi debilidad. A pesar de la vida que me ha dado. Cinco veces me mandó a la lona. En la última, fui durante unas horas carne de planta de reciclado. Gracias a P, el conserje, oráculo del bricolaje. Hay que reconocer que tiene buenas manos. Inversamente proporcionales a su cerebro. Y estaba loco por T. Como agradecimiento, mientras me devolvía a la circulación, le regalé varias veces su reflejo. No podía aspirar a mucho más.

CONTINUARÁ...