Marca de agua.

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Quirke no tenía cumpleaños. Había sido huérfano –suponía que aún lo era, aunque le resultara extraño pensarlo- y su certificado de nacimiento, si existió, había desaparecido. No conocer su fecha de nacimiento, y por tanto no tener un día especial para celebrar ese rito anual, no le molestaba. Sabía su edad con más o menos exactitud, aunque desconocía cómo la sabía. Alguien, en algún momento muy lejano cuando él era un niño, debió decírsela y la cifra quedó grabada en su cerebro, a pesar de que no recordaba ni el momento en que se la dijeron ni que se la hubieran dicho. Pero allí estaba, un número sobre el que ir sumando, tan vacío de sentido como los demás y carente de significado para él. Cada año, el primero de enero, quitaba mentalmente el calendario viejo de un imaginario muro interior y alzaba una copa por sí mismo en un irónico brindis. Le divertía, especialmente cuando estaba borracho, imaginar su lápida y la menguada inscripción sobre la misma: un vacío, un guión y una fecha.


Benjamin Black.
Venganza.