Zapatos de gamuza azul.

Aquí lo tienen. Al viernes, me refiero. No me digan que les sorprende. Llevan cinco días esperándolo. Anunciándolo. Añorándolo. Por aire. Por mar. Por tierra. Por lo civil. Por lo penal. Por lo criminal. No se me vayan a echar atrás ahora. Justo ahora. Precisamente ahora. Descuiden, marchen tranquilos, si alguien llama, yo tomaré el recado. Muévanse. Pónganse los zapatos de gamuza azul. Y recuerden, la vida da muchas vueltas, pero las vueltas también dan mucha vida. Buen día.

Un barril de pólvora.

Mi padre era un gran tipo. De los que no te encuentras muy a menudo. De los provocan una sonrisa cuando los recuerdas. De los que merecen la pena. Teníamos puntos en común. Compartíamos algunas aficiones. Pero la música no estaba entre ellas. El interés que él le demostraba se limitaba al silbido simulado en los momentos boda, siguiendo el ritmo con una mano y sujetando el cubalibre con la otra. Eso y la imprescindible foto con guitarra, mirando concentrado al mástil, en posición de Do Mayor. Digo esto para que se entienda mi asombro cuando le vi entrar, una tarde entre tantas de principios de los noventa, con una caja rebosante de discos. Del trastero de un amigo. O del guardamuebles de un amigo. O de un amigo guardamuebles. El caso es que comencé a revisar el cargamento y, tal como sospechaba, aquello daba para una buena petrol jam session. El Payo Juan Manuel, Tony El Gitano, Dandy Salomon, Los Pillo’s Boys, La Pelúa. Colección completa. Y cuando más andaba yo pensando en tirar la toalla, en medio de toda aquella fauna, como cachorros abandonados en un contenedor, aparecieron dos perlas. Una, el In Person at the Whisky a Go Go, de Otis Redding. La otra, un vinilo, de carátula blanca, donde se podía ver a cuatro tipos con cara de malo. De malo malote. Canallas pata negra. No los conocía. Y tiene guasa que fuera mi padre quien, de algún modo, me los presentara. Aquel disco era canela fina. Gasolina extra. Un barril de pólvora. Y comenzaba así…


Blanco y negro.

Dijo un sabio que en el término medio está el equilibrio. O a lo mejor no fue un sabio. O no era el término medio a lo que se refería. O puede que nadie dijera nada. No importa. Ustedes sí lo son. Sabios, quiero decir. Y seguro que tienen claro dónde está el suyo. El equilibrio. Lo que han de hacer para perderlo. Y para volverlo a encontrar. No hay problema entonces. Lo dejo en sus manos. Solamente una cosa, cuando ya no distingan los colores, desconfíen. Quizá sea hora de recular. De pensar en retirada. Un minuto antes del desastre. De verlo todo en blanco y negro. Buen viernes.

In the ghetto.

Viernes. Tienen ustedes infinidad de opciones. Echarse a la calle. A la montaña. A la playa. A la comida. A la bebida. A la tienda. Al cine. Al teatro. Al fútbol. Al ruedo. A la petanca. Al club de fans de Salomé. A la vecina. Al vecino. La siesta. Un galgo. Un vistazo. El ojo a alguien. Una carta al buzón. En falta. De menos. La puerta abajo. En sus brazos. A reír. A rodar. Flores. A suertes. Vino en el vaso. Aceite en la sartén. Lo que ustedes prefieran. Y puedan. Solo una cosa. Hagan lo que hagan, no echen el pestillo. Salgan del gueto.