Y gracias.

Chris Meehan llegó al hipódromo a media mañana. Con tiempo más que suficiente. Confiado. Convencido de que aquel podía ser el día. Su bendito día de suerte. La tarde anterior, había estado charlando con Silver Tree. En su cuadra. Comentando cada detalle. Saldremos conservadores. Qué te parece el número siete. En la primera curva subiremos el ritmo. La hierba está un poco alta. En la recta final hay que echar el resto. Cuidado con Black Moonlight. Todo bajo control. Llegó el momento. Vamos, Silver.  Demuestra de lo que eres capaz. Sonó un disparo. Se abrió el cajón. Un estruendo. Números cuatro y siete tomaron delantera. El resto, a menos de medio cuerpo. Un agujero. Una pata. Al suelo. Los dos. Al caer, Silver, golpeó la nariz de Meehan. La rompió por cuatro partes. Sangre. Emergencia. Ambulancia. El conductor calculó mal las distancias. No reparó en el jockey. Le fracturó la pierna. Tibia y peroné hechos papilla. Al segundo intento consiguieron trasladarle al hospital. Esta vez sin más percances. Al día siguiente, Chris Meehan contaba su historia a la reportera del Canal Ocho.

- No se corte, ríase tranquila, yo también lo haría si pudiera. ¿Puedo llamarla cuando pase todo esto?