Aquí empezó todo

Ocurrió hará un par de semanas. Yo volvía de Chicago de atender asuntos que no vienen al caso y, como sucede en más ocasiones de las que cabría desear, me despisté al dejar la autopista para llenar el depósito. No fui capaz de retornar a la ruta principal, de nuevo tocaba hacer el camino de vuelta hasta Albert Lea a través de carreteras secundarias. Tampoco es que me importara demasiado, pero eso suponía hacer noche en algún punto intermedio del trayecto. Así es como acabé en un pueblo de nombre Dyersville, en un bar llamado “All started here”, con una pinta de Samuel Adams frente a mí y una habitación vacía esperándome en el motel junto a la gasolinera. No había nadie más nosotros dos en el local, salvo un par de camareras en un extremo de la barra, criticando con desgana al propietario ausente. Hubiese sido necesario estar completamente ciego para no reparar en su presencia. Debió percatarse de mi expresión de pasmo y me hizo una señal para que le acompañara. Me acerqué hasta su mesa.

- ¿Eres tú realmente? –le pregunté nada más sentarme.
- ¿Que si yo soy yo? –respondió con una sonrisa burlona.
- Ha sonado bastante estúpido, lo siento.
- No seas tan duro contigo, es una pregunta lógica después de todo. Probablemente a mí me hubiese ocurrido lo mismo. Sí, soy yo. ¿Sorprendido?
- ¿Me creerías si te dijera que no?
- ¿Por qué no iba a hacerlo?
- Llevo todo el camino desde Chicago escuchándote.
- Buen chico.
- ¿Crees en las señales?
- ¿En las de tráfico?
- Las del destino.
- A estas alturas ya me quedan pocas cosas en las que creer. Mi guitarra, una cerveza bien fría y unas cuantas tablas que me sirvan de escenario.

Callamos durante unos segundos.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? –dije interrumpiendo su sorbo a la cerveza.
- Puedes.
- ¿Qué haces aquí?
- ¿Aquí en esta mesa?
- Aquí en general.
- Este fue el primer sitio. El primero en el que me dieron una oportunidad.
- Aquí empezó todo…
- Aquí empezó todo –repitió susurrando. De vez en cuando me gusta regresar y tocar un par de canciones.
- ¿Y la gente no se sorprende?
- Suelo hacerlo cuando sé que el local va a estar vacío, no todo el mundo sería capaz de entenderlo. En teoría, tú no deberías haber estado aquí esta noche.
- Lo lamento, me perdí a la salida de la autopista y…
- No, no. No pasa nada. Está bien. Así ha sido porque así tenía que ser –dijo sonriendo.
- Todavía no puedo creérmelo.
- Aprovecha la ocasión. Hoy elegirás tú el comienzo del repertorio.

Sé que muchos de ustedes no habrán creído ni una palabra de toda esta historia, no les culpo por ello. Pero pueden estar seguros de que se lo he contado tal y como sucedió. Tal y como, esa noche, hará un par de semanas, en un local vacío, a las afueras de un pueblo de ubicación imposible, el gran Lefty Wilbury agarró su guitarra, subió al escenario, afinó como los ángeles e interpretó Only the Lonely sólo para mí. Sin que nadie más lo viera.

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