Hace
un par de meses, H colocó un cartel con letras amarillas sobre mis cristales.
No se bien qué dice, pero lo imagino. Desde entonces, se ha dejado caer por
aquí en varias ocasiones. Siempre con personas distintas, siempre desconocidas.
Les oigo hablar sobre luz natural, orientaciones, cuartos de baño, plazas de
aparcamiento. En todas las visitas, viene con ellos una sonrisa estúpida pegada
a un tipo trajeado. Sí, sí, claro, claro, por supuesto. Parece
programado para dar la razón a cualquiera que abra la boca. No me gusta.
Siempre que puedo, le deslumbro con mi reflejo.
No hay que ser muy inteligente para suponer cercana mi fecha de
caducidad. Puede que, incluso, antes que la de F. No le he contado nada. Para
qué. No gano nada con ello. Quién sabe, quizás nos reencontremos algún día.
Otra forma, otro nombre, otros materiales.
Pero
no sufran por mí. No estoy triste. Ni preocupada. Hace un tiempo les hubiera
dicho que sí. Me habría resquebrajado por completo. Pero ahora… ahora lo que
estoy es cansada, muy cansada. Pensándolo bien, todo esto no es tan mala idea.
No tenía muy claro qué hacer cuando retiraran a F. Ahora, viendo las
perspectivas, lo más probable es que, un día de estos, me cierre para siempre.
¿No
te digo? Empieza a llover. Justo hoy que R me había repasado a fondo…
FIN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario