Ginebra sin alcohol.

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(…) Barney Malone llevaba lustros bebiendo exageradamente. Una noche sin darse cuenta, con su cigarrillo prendió fuego en la trompeta. Por unos instantes, el pobre Barney interpretó Otoño en Nueva York como si soplase por un lanzallamas. Quiso cambiar sus hábitos pero no pudo. Sólo se engañó a sí mismo. El barman aceptó el juego. Barney ya era viejo y si suprimiese de repente la bebida, sólo conseguiría alargar su vida un par de náuseas.

Sus últimos días los disfrutó el viejo trompetista alardeando de su nueva vida. Y para celebrarlo, se dirigía con voz bien sonora al barman y le decía: Vamos, Chucky, muchacho, ofrécele al viejo Barney un trago de esa ginebra sin alcohol. (…)

José Luis Alvite.
Historias del Savoy.

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