Trazos en falso. La banda sonora (I).

Este tema no precede a ninguno de los relatos, aparece hacia el final del libro, en medio de una conversación entre Mardou y Harvey, justo después de que ella le triturara la autoestima sin ninguna consideración. Es un tema épico, imposible no emocionarse con la melodía. La letra es algo críptica, aunque se deduce que habla de drogas, de comenzar de nuevo, de luchar por salir del agujero. Pero ese no el motivo por el que me decidí a incluirlo. Más que por la canción en sí, lo hice por el tipo que la canta. Elliot Murphy. Lo descubrí hace relativamente poco, unos cuatro años, a pesar de que es un clásico, un clásico maldito, por otra parte. Contemporáneo y compañero de viaje en los inicios de Springsteen y Billy Joel, tenía, según hablan las crónicas, un talento desbordante, se encontraba en el lugar preciso y el momento en cuestión no podía ser más oportuno. Pero, por alguna circunstancia, el tornado del éxito no pasó por sus dominios. Se alejó irremediablemente sin apenas llegar a rozarle. Así que, después de varias decepciones, cansado y abatido, decidió abandonar, colgar la guitarra, cambiar de registro. Comenzó a trabajar en un lugar "convencional", un despacho de abogados, un bufete especializado en asuntos de la industria discográfica. Cierto día, un cliente se acercó:

- Oye, chico, llevo todo este tiempo mirando tu cara… y me resultas conocido.
- No creo, señor, probablemente me confunda con alguien.
- Pamplinas. Tú eres… ¿tú eres Elliot Murphy?
- ¿Me conoce?
- Ya lo creo ¿puede saberse qué demonios estás haciendo aquí?
- Bueno, son tiempos difíciles, señor. Trato de abrirme camino. Ya sabe, hay que comer, pagar facturas, esas cosas…
- ¿Esas cosas? Vete al infierno… Si desperdicias tu talento detrás de esta montaña de expedientes, merecerás lo que te pase de aquí en adelante. Lárgate, chico, quítate ese estúpido traje, ve corriendo a buscar tu guitarra. Y no se te ocurra volver a abandonarla.

Elliot hizo caso y siguió el consejo de aquel tipo, regresó al camino de la música. Sin embargo, optó por abandonar la ruta americana. Cruzó el charco hasta Europa y se estableció en París. Consiguió labrarse una carrera de prestigio alejado del gran público. Durante los últimos treinta años, ha compaginado música, literatura, periodismo, cine. Nunca ha llegado a tocar en estadios, ni conocido el alivio de poder vivir de rentas. A sus sesenta y siete otoños, continúa rasgando en pequeñas salas, manteniendo el pulso a base de acordes, apostando el resto a la próxima actuación. No es un number one, ni un mainstream, ni un líder. Pero es feliz. Porque, a golpe de calendario, se ha dado cuenta de que no importa cuánta gente mire desde abajo, lo verdaderamente meritorio es estar allí arriba, sobre el escenario. Continuar erguido. Tener actitud. Ser un resistente. En el relato del libro, Harvey Townshend está a punto de iniciar un viaje cruzando el país. Después de eso, tiene pensado comenzar una nueva etapa, una que pretende sea la definitiva. No sabe lo que le espera, pero ha apostado por ello. Y piensa luchar por conseguirlo. Como Elliot hizo en su momento. Como todavía lo sigue haciendo. Día tras día, noche tras noche, muesca tras muesca.

Con todos ustedes, “Caught short in the long run” by Elliot Murphy.

1 comentario:

Bet dijo...

Sublime!!!! Me encanta, me encanta la historia y este señor y que siga haciendo lo que quiere y hace feliz, esa es la actitud y para mí el camino, lo importante.