El
maestro Lapido asoma la cabeza de nuevo, esta vez, en solitario. Y lo hace con
un tema que pone a prueba el grado de porosidad del corazón. Si al escucharlo
no se humedecen sus pupilas, están ustedes cerca de convertirse en una estatua
de mármol. Bueno, es posible que esté exagerando un poco, pero por ahí anda la
cosa. En el libro, "El mundo a cámara lenta" nació, creció y maduró al
cobijo de estas estrofas y acordes. Sam Perkins cuenta por enésima vez una historia. Su historia. Austin la
conoce, la conoce perfectamente. Y le ayuda a recitarla. Porque eso es lo que
hace Sam. No habla, no relata. Recita. A base de repetir los mismos hechos, ha
llegado a perfeccionarlos, a pulirlos, a concederles un desarrollo esférico. A
moldearlos a su imagen y semejanza. Y a nadie se le ocurre cuestionar ni tan
siquiera una coma. Al contrario. En realidad, todo el mundo desea que aquello
sea cierto. Que haya ocurrido tal y como sale de los sesos de Samuel Jonathan
Perkins. Porque ese relato se ha convertido en su relato. En el del pueblo
entero. A fin de cuentas, en más de una ocasión, quién no ha escondido el
despertador bajo la almohada. Quién no ha luchado por permanecer en el limbo.
Quién no ha optado por apretar los ojos. Quién no ha preferido seguir soñando.
Con
todos ustedes "El carrusel abandonado", by José Ignacio Lapido.
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